Durante el estreno de la película And Then We Danced, (Y luego bailamos) en el país de Georgia, manifestantes ultraconservadores homofobicos se plantaron frente al cine de Amirani para expresar su rechazo a que la cinta sea exhibida en este país.
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El grupo de manifestantes conservadores, hombres en su mayoría, expresaban que esta proyección era un caso de «propaganda gay».
El líder de los ortodoxos, Sandro Bregadze, declaró que era obligación de la población georgiana evitar que se llevará a cabo la proyección.
«Es el deber de cada georgiano, el deber de los ortodoxos, nuestros hermanos musulmanes y representantes de otros movimientos religiosos, evitar que esta suciedad y perversión se muestre en los cines georgianos ”, manifestó el líder ortodoxo.
La Policía plantó un cerco frente a la entrada del lugar para evitar agresiones contra los asistentes, y abogar por los derechos de ambas partes. en un comunicado el Ministro de Interior de Georgia mencionó:
“El Ministerio del Interior de Georgia garantiza la protección de la seguridad y el orden públicos, así como la libertad de autoexpresión (que, por supuesto, corresponde a los marcos de la ley). Nos dirigimos a todos: obedece la ley. De lo contrario, la policía usará su mandato legal y suprimirá los actos ilegales de inmediato «.
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La cinta del director Levan Akin aborda la trama de dos jóvenes bailarines de la Campaña Nacional de Georgia que comienzan a sentir atracción en una sociedad en la que atribuye al baile un orgullo nacionalista, que ve mal a las personas lgbt+.
Ante estos hechos ocurridos en Georgia el director lanzó una declaración donde expresaba su tristeza.
«Algunos grupos de extrema derecha y la Iglesia básicamente han condenado la película y están planeando evitar que la gente ingrese a las proyecciones agotadas.
Es absurdo que las personas que compraron boletos necesiten ser valientes y corran el riesgo de ser acosados o incluso agredidos solo por ir a ver una película. Hice esta película con amor y compasión.
Es mi carta de amor a Georgia y a mi herencia. Con esta historia quería reclamar y redefinir la cultura georgiana para incluir a todos, no solo a algunos.
Pero desafortunadamente, estos son los tiempos oscuros en los que vivimos y las protestas pendientes solo prueban cuán vital es enfrentarnos a estas fuerzas sombrías de cualquier manera que podamos.«
Pero nada pudo impedir que los manifestantes desquitaron su «enojo» quemando banderas arcoiris y agredieron también a activistas presentes en el lugar, como Ana Subeliani, quien resultó herida y tuvo que ser trasladada al hospital. Ella declaró al sitio Georgia Today que los perpetradores la eligieron deliberadamente y que la policía se negó a intervenir.
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Con información de: Coba y Screen Daily