Entre Franjas: ¿Personas trans en el cuerpo equivocado? por Jazz Hernández

La defensora de los derechos humanos y la comunidad lgbt+, Jazz Hernández expone: 

Hace un par de días tuve una videoconferencia de diálogo con algunas defensoras de derechos humanos de la República Mexicana y una de compañera radicada en EU, todas mujeres trans con trayectoria y empoderamiento, una de las preguntas fue… ¿Quién es Jazz? y debo confesar que mi voz interior se encontró en aprietos por unos segundos.

Si bien es una pregunta que ya he contestado anteriormente, debo confesar que tuve un replanteamiento, dije muchas cosas sobre mí para describirme pero una de las que más sentí en mi ser vibrar al decirlo fue «soy la mujer que siempre fui, me auto-reconozco». 

Para llegar a decir esas palabras y sentirlas en la piel ha sido un proceso de decostrucción cotidiano. 

Una de las cosas que más me ha costado aceptar es mi cuerpo, pero una parte en especial que desde muy pequeña me enseñaron a odiarla, sí : mis genitales, esos que un día de mucha depresión y ansiedad, intente cortar con unas tijeras frente al espejo. 

Los consejos de mis amigas cercanas, vecinas y casi todas las personas que se acercaban a mí casi siempre terminaba con la pregunta «¿te vas hacer la jarocha?», en referencia de cuándo operaría mis genitales. 

Mi adolescencia transcurrió entre automedicación de hormonas recomendada por amigas, cambios de look radicales y esa interminable búsqueda espiritual. Le daba tanta importancia a los juicios que otras personas hacían sobre mí que en esa búsqueda de autenticidad me perdí. 

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Seguí los siguientes años construyendo mi identidad siendo una copia de los artistas que amaba, como Alanis Morissette, Celine Dion, Selena, Shakira y The Cranberries, a la par leyendo libros sobre sexualidad y superación personal. Al final decidí ponerme un nombre porque había dejado a Jaziel Bustamante en el pasado y estaba lista para seguir ese camino incierto que es la transexualidad, con el nombre de London Isabela. 

Creí que ser mujer era eso, proyectar mi expresión de género lo más femenina posible, sin embargo la depresión y la inseguridad seguían presentes.

En varios chistes entre amigas casi siempre salía el diálogo que para ser una “mujer 100” era necesario tener vagina, algo que desde hacía tiempo lo había escuchado muy constantemente, así que después de leer libros de Simone Beauvoir y Judie Bluter comprendí que ser hombre y mujer es sólo una construcción sociocultural de roles y estereotipos. 

Comencé a trabajar en mi autoestima con un libro de Wyne Dyer, Tus zonas erróneas, en ese mismo lapso, después de salir con unas amigas, conocí a un hombre un poco mayor que yo de aproximadamente 25 años, yo tenía 19 o 20 años, me invitó a salir y después nos fuimos a su departamento, comenzó a besarme y yo estaba un poco nerviosa, le dije: «soy una persona trans y tengo pene», me dijo: «eso lo sé.»

Comenzó a desvestirme lentamente mientras besaba mi cuello, espalda, abdomen, rodillas y hasta los dedos de mis pies. 

 Me retorcía y tenía gemidos mientras mi respiración aumentaba. Tuve un destello de dopamina y oxitocina que nunca antes había experimentado, lo más parecido de esa sensación fue la ocasión que me masturbe saliendo de la iglesia, después de hacer la primera comunión; tenia como 13 años, y lo más reciente, la última vez que tuve relaciones sexuales con el hombre al que amo. 

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Volviendo al encuentro del hombre que besó casi todo mi cuerpo debo confesarles que cuando llegó a querer tocar mis genitales le pegue un manotazo, me respondió con un beso: «tú también debes disfrutar, cariño». Tenía en mis pensamientos la creencia tan arraigada que me dijeron mis compañeras, que nunca me masturbara, que nunca dejara que los hombres me tocaran “ahí” ( los genitales) porque se “salía la hormona”, y claro mis deseos de ser una mujer eran enormes. Después de muchos besos y caricias dejé que me tocara los genitales, a lo cual comenzó a masturbarme y hacerme sexo oral. 

Después de tener el primer orgasmo en mi vida comenzamos a vestirnos y me dijo algo que cambio mi inseguridad sobre mi cuerpo para siempre: «tú eres una mujer cariño, el disfrutar del placer no te hace ni más, ni menos, debes aceptar lo que la naturaleza te dio». 

 Ese mismo día terminé de leer Tus zonas erróneas: “La búsqueda de la aprobación se convierte en una zona errónea sólo cuando se convierte en una necesidad en vez de un deseo.” (Wayne Dyer) 

Las Personas Trans al igual que cualquier persona en el mundo pasamos por un proceso de búsqueda de identidad propia y construcción de autoestima; sin embargo uno de los procesos más complicados es la sexualidad ya que nos educan desde pequeños aceptar ciertos códigos y normas de comportamiento sobre el enamoramiento, las relaciones sexuales, y de cómo aplicarlas. 

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Al transgredir esas normas se te considera una persona anormal o con gustos exóticos, cuando en la sexualidad hay una enorme gama donde nada es absoluto. 

Con mi reflexión quiero decirles que no existe una sola fórmula sobre cómo ser superhombres o supermujeres, que habrá hombres o mujeres trans que busquen la reasignación sexigenérica para sentirse bien consigo mismas(os), es muy válido. Existimos otras personas quienes decidimos no modificar nuestros genitales, al igual hay mujeres y hombres cisgénero que deciden operar estéticamente alguna parte de su cuerpo para sentirse mejor, todo es valido.

Nuestro cuerpo es solo un recipiente, una herramienta de movilidad, ello no define quienes somos, son nuestras creencias, sentimientos y emociones lo que va moldeando quienes somos o queremos ser. 

 No seamos tan severos con nuestro cuerpo, trabajemos nuestra autoestima todos los días teniendo muy claro que somos maravillosas(os) por el simple hecho de existir.

**Las opiniones aquí expuestas representan a la autora de la columna.

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